A Yamil, al Sapo, a Elio, a Nelson, a los amigos...
– ¡Pelu´os maricones!
– ¡El coño de tu madre!
El auto, de inmaculado blanco bajo las farolas de la avenida, se detiene con chirrido de neumáticos 100 metros más allá. Antes que de tiempo a reanudar el arreglo de la bicicleta, el auto retrocede rápidamente. Karel avanza un paso para encarar a quien se baje del carro, pero se corta ante la imponente figura del negro que desciende por la puerta del lado del chofer. El Majá y Rober, dejan la bicicleta rota sobre el piso y se unen a Karel que está sacando de su mochila de lona una cuchilla de maqueta.
Zoom back:
El auto está con la puerta abierta, los tres frikis de espaldas a las tres bicicletas y al borde del puente, en el centro de la avenida, hacen frente al tipo que debe medir casi dos metros.
El mayúsculo negro hace un movimiento rápido y a la luz de la farola destella el oscuro pavón de una pistola, que en la manaza parece un juguete inofensivo. La otra mano, la que sujeta la cuchilla, se abre. La cuchilla comienza su caída, tal vez demasiado lenta, y justo antes de tocar el pavimento, se ve el destello acompañado del fragor.
El Majá carga a Karel. Rober nervioso intenta abrir la puerta trasera. El Majá, sin soltar el cuerpo inanimado entra al auto.
– ¡Ahora me tienen que llevar, cojones!
Luces, sombra, luces, sombra, luces. El auto ha girado hacia atrás y se dirige al Hospital Militar. “Fascistas, hijos de puta” –dentro del auto sólo se escucha la voz de El Majá. Al llegar al hospital las puertas del auto se abren, el cuerpo es arrebatado y puesto en una camilla. El Majá quiere salir tras él. El negrón habla con los integrantes de la patrulla de guardia. Les muestra un carné. De la boca del friki, sale un balbuceo que se convierte en alarido: ¡Hijo’e puta! Se lanza desenfrenado, pero no alcanza a su oponente. El siguiente recuerdo es despertar en la unidad de policía.
Zoom back:
Karel yace en la caja. Marlén, la flaca lanza suaves quejidos. Los socios se aglomeran en un rincón tratando de huir del dolor del padre, que aún no se explica cómo Karel está ahora acostado en esa puñetera caja. Rober no cesa de cagarse en la bicicleta que tuvo que romperse en el jodido puente. Yamila llora apartada de todos con una mano en el bolsillo, donde guarda la trenza que le cortara a Karel en el hospital.
El juicio fue rápido. Acusado: el negrón capitán de la policía. Testigos: El Majá, Rober y el sargento que manejaba el auto. La cuchilla de maqueta nunca apareció, la pistola estaba allí sobre una mesa, dentro de un inmaculado naylito. No se deliberó mucho. Capitán inocente. El argumento: legítima defensa. Habría sido burlesco si hubiesen añadido miedo insuperable.
Ser friki ya no está de moda me digo al salir del juicio. Hay una patrulla fuera de la sala del tribunal, y tienen parados a unos cuatro peludos. Creo que voy a ser el quinto.
– Ciudadano, su identificación por favor.
Por lo menos este sabe qué rayos me pide.
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