Para Alexis
Veinticuatro imperceptibles movimientos para completar la bofetada. Otros veinticuatro en los cuales el asombro y el dolor mueven tu rostro. Necesitaras un total de setenta y dos inapreciables fotogramas y solo tres segundos para poner la otra mejilla. Advenimiento, degustación y deglución de la rabia, vergüenza colectiva en la estampida de rostros que huyen de tu mirada. Pausa para tomar las dimensiones del sabor a sangre en la boca, reflexión sobre la inmediatez de la posteridad. Justo ahí es cuando los argumentos te esquivan y avanzas un par de metros hacia la digresión. No es coraje, ni la hombría intacta a sesenta centímetros más abajo del ardor de tu rostro. Es el filo de la humillación el que penetra buscando respuestas en el mediato instante -la posteridad continúa inmaculada- en que la soledad del close-up, plano de fondo censurado, llega al convencimiento de que la heroicidad es un vacío en el estómago. Mientras todo se diluye en un plano oscuro.
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