Costura a domicilio

Costura a domicilio
© Eduardo Frias Etayo

miércoles, 26 de junio de 2013

Aprovechando el día libre me puse a trabajar en las notas que serán el libro sobre mi tesis de maestría, y en ese justo instante, no sé si por el termo de té (y su mezcla con alcohol por supuesto) atacó la nostalgia. Y lo primero que vino a la mente, como cada vez que preparo té negro y mezclo con sustancias químicas que incluyen una terminación -OH y olor a mar añadiendo calor extremo, fue aquellas tardes a base de esa misma dieta, en el apartamento de Nelson Ramirez De Arellano en Alamar (mi madre no era tan condescendiente hacia ese régimen alimentario). Tardes de Nelson pintando y yo aporreando la Underwood '44, máquina que la amabilidad (algunos dicen que para no oírme teclear la tarde entera) de Nelson hizo que terminara en mi casa. Tardes de té y alcohol made in Alberto el pescador (no confundir con personaje de serie segurosa televisiva), de Pink Floyd, Jean Michel Jarre, Sacred Spirit, Andreas Vollenweider, Miles Davis, Carl Tjader. Tardes que si llegaba Pupito pasabamos a rock directo. Leyendo libros, muchos prestados y que llegaban por aquellas cadenas milagrosas de préstamo en que el algun momento se olvidaba quien era el prestatario y que el libro terminaba en un completo desconocido (la serie de Cortazar era de Ludmi, y juro que la devolví). Hoy recordaba esas tardes, el calor, el té, el alcohol, el olor de mar cercano, el edificio de paredes anticlavos para colgar cuadros, y si no fuera por la puta sirena de alarma de tsunamis que no pasan ni cerca de Puerto Rico diría cuando terminé esto me voy a llevarle un poco de alcohol a Nelson para que prepare té y nos pongamos a hablar mierda de Fontcuberta.

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