Hace poco y después de una feliz travesía, que a última hora no fue muy atravesada arribó a Cánada un gran amigo y poeta cubano Osmany Oduardo (eso de cubano sonó como si yo fuera extranjero, y lo soy, aquí en NY soy cubano, allá en Cuba soy residente en los EUA y otros epítetos que no se refieren a status legal migratorio). De Osmany ya publiqué acá en una ocasión un poema de su libro Poeta en La Habana, claro lo hice con autorización de él, hoy aprovecho esa autorización, no se si me la dio para esto también, pero yo me la tomo como regalo de Navidad, aun anda sin trabajo y no me puede regalar nada, además de haber bajado con toda intención y alevosía todo el ron que trajo de Cuba. Con/sin autorización de Osmany ahí les va este artículo de él, además los invito a pasar a su recién estrenada página bloguera www.poetaencanada.blogspot.com
AH! LA DÉCIMA
Por Osmany Oduardo Guerra
Ya he escrito antes sobre la décima pero vuelvo a ella por causas estrictamente justificadas, y aunque así no lo fuera insistiría, porque me declaro un ferviente defensor de este género, a ratos vapuleado por los cultores (la computadora me sugiere sustituir esa palabra por culeros, supongo que en tanto perezosos y no aludiendo a lo que se les pone a los niños) de otros géneros y estrofas. Esto no significa que ahora yo deba justificar todo intento en aras de que la décima ocupe el lugar que merece en la literatura cubana.
Aquí no voy a atacar ni a implantar tesis aleccionadoras porque me ocupa un libro en particular. No voy a darles crédito (más bien descrédito) a aquellos que han tratado de desestimar, por beneficio propio, la literatura que viene en cajita de diez versos octosílabos, versos que no pretenden ser los barrotes de una prisión porque la espinela, ya se ha demostrado, tiene la virtud de estremecer y adaptarse a los nuevos discursos.
La editorial Pablo de la Torriente ha tenido el buen tino de sacar a la luz un texto fundamental para el estudio y comprensión de la “viajera peninsular”: La décima renacentista y barroca, del poeta, ensayista, crítico e investigador literario Virgilio López Lemus (Fomento, 1946). Con este libro, Virgilio reincide en su estudio de la décima, pues antes, en 1999, había publicado La décima constante. Las tradiciones oral y escrita, galardonado ese mismo año con el Premio Nacional de la Crítica Científico-Técnica. En la contracubierta de La décima renacentista... la editora asegura que su autor es un experto en la estrofa. No sé si a él le sirve tal apelativo, pero, con certeza, Virgilio es uno de los escritores que más ha estudiado la espinela, sus orígenes y variantes en Cuba. En este libro, Virgilio estudia a fondo las particularidades esquemáticas de esta forma poética y luego nos toma de la mano para conducirnos a través de la España medieval y presentarnos a Cervantes, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, sor Juana Inés de la Cruz y otras figuras imprescindibles para las letras hispanoamericanas en sus felices intromisiones en el género.
La aparición de un libro como La décima renacentista y barroca, del Doctor en Ciencias Filológicas Virgilio López Lemus, pretende, en cierta medida, convertirse en material de consulta, del cual podemos valernos quienes cultivamos el género, quienes lo estudian, y quienes lo censuran. Los primeros para que tomemos conciencia de sus riquezas estilísticas y formales, y no padecer la ignorancia ante algo que ya es nuestro por cuanto la hemos incorporado a nuestra vida creativa, que es la única vida posible para el escritor. A los segundos les servirá para establecer quizás comparaciones entre lo escrito por otros y lo que Virgilio nos propone con este estudio que a mi modo de ver presupone un capítulo interesante de lo que es la décima en cuestiones teóricas. A los últimos, pues que les sirva de base para tachar rezagos conservadores que le cuelgan a la décima (y por ende a todo el que se atreva a trazarla) marbetes paisajistas, siboneyistas y campesinos; que les sirva para que se restituya su mediocridad enarbolada y comprendan que es una estrofa como cualquier otra, sólo que llegó a Cuba y caló tan hondo que ahora es imposible separarla de nosotros.
En un artículo que titulé “Sobre la décima en Las Tunas y otros rumores”, publicado en La Jiribilla en un dossier especial dedicado a esta forma poética, defendía que, por el hecho de que tenga raigambre popular, la espinela no debe quedar relegada a los campos de Cuba (sin que esto signifique una subvaloración de su vertiente repentizada) ni convertirse en justificación para que varios escritores --que casi siempre son censores institucionalizados-- desechen, de alguna manera, a quienes la escriben. Y esto no tiene que ver solamente con el simple hecho de que se les/nos catalogue de “decimistas”, la cosa está en que un decimista jamás es un escritor, a veces ni siquiera es poeta.
A propósito, no he escuchado todavía que a alguien se le llame “sonetista” o “versilibrista”.
1 comentario:
Muy interesante este artículo de Osmany, cada día aprendo algo nuevo sobre la cultura cubana. racias por publicarlo, Eduardo, un saludo.
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