Aplaudo el valor de los amigos que concurrieron al concierto a exigir su libertad, y eso me trae el recuerdo de otros amigos que han sido encerrados, o los han brutalmente agredido, discriminados, y apartado como quien contrae alguna enfermedad contagiosa, como es el caso de Angel Delgado, pintor, que cumplió condena en prisión por su derecho al discurso plástico, o Luis Felipe Rojas, un excelente poeta que malvive en estos momentos en su natal pueblito de San Germán, y del cual tomo este texto publicado por Encuentro en la Red, y que retrata la situación de muchos intelectuales cubanos que se toman la molestia de pensar.
"Acaban de avisarme que he muerto. / Lo anunció entre líneas la prensa oficial". Definitivamente, han sido estos versos de Raúl Rivero los que me animaron a escribir el resumen de un año a pies descalzos. Aunque no sé bien cuándo comenzó todo, si el día que mezclé a Marx, Gorbachov y Carlos Alberto Montaner, o el día en que confesé haberlos leído o tener sus libros a mano.
Cuando me hicieron un registro domiliciar y se metieron aquellos hombrecitos vestidos de azul en el cuarto de mi hijo: ¿Qué buscaban? Si la orden de registro decía "propaganda enemiga", ¿para qué llevarse revistas Vitral, Revolución y Cultura, Música Cubana y otras?
Debí captar el "mensaje" a tiempo. Cuando se llevaron mi laptop me invitaron a acogerme a los servicios informáticos que pululan en la Isla para cualquier intelectual o persona corriente, como los numerosos cifercafés existentes en todas las esquinas, pero les juro que ando medio dislocado y "no capté el mensaje".
Hace unas semanas he sido declarado "mercenario", al servicio de otro imperio. Están por dejarme sin patria, pero, cuando en mis versos digo patria, ¿a quién estoy plagiando?, ¿a Varela y a Martí, a Padilla, Bragado, Vázquez Portal, Cabrera Infante, a Reinaldo García Blanco, César López, Caridad Atencio Mendoza o Reina María Rodríguez, o a todos juntos?
Si por obra de magia, mañana Rafael Rojas y Abel Prieto se pusieran frente al Niágara (Dios no lo quiera, eso sí sería un cóctel molotov) y le llamaron undoso, como Heredia, y gritaran que no, que a Cuba no quieren regresar, y lloraran frente al mismísimo Tacón y le dieran con un tacón en la cabeza y se volvieran a la América revoltosa que los va a despreciar, ¿qué debo hacer? ¿Los desprecio igual, los ignoro por jugosas o soporíferas que sean sus obras? Como en un cuento que leí, parece que no una hormiga sino un elefante se me ha metido oreja adentro y está destrozando mis circuitos.
Yo no capté el mensaje.
El punto de vista
Hace medio año una escuálida muchacha vino hasta este empolvado rincón para "expulsarme" de una asociación de escritores noveles que hay en la vida cultural cubana, y aunque hacía ya más de seis meses que era "baja natural, por haber cumplido los 35 años", le acepté la ofensa, escuché callado las injurias.
Imaginaba que cuando ella ponía los pies sobre mi cabeza y los pocos versos que había escrito, la veía escalar hacia el pedestal de un ministerio o una loca carrera hacia La Habana, o en la escalerilla de un avión que la va a llevar o la está llevando ya hacia uno de los tours que ahora hacen algunos intelectuales a Bolivia, Venezuela, Perú y el país que se le sume próximamente. Pero no valía discutir y lo acepté tranquilo.
Yo no capté el mensaje.
De todos modos hay algo que no encaja en mi locura. Si publico en la revista Encuentro de la Cultura Cubana, estoy "pagado por la CIA"; si leyera en un cerro de Caracas o de La Paz, soy un hombre solidario; si leo en la tribuna abierta o firmo un manifiesto antinorteamericano, soy un "intelectual comprometido con su tiempo".
Indudablemente, no aprendí mucho de las técnicas narrativas del Chino Heras y Amir Valle en su taller de Miramar. Esto debe ser algo así como el punto de vista u otra categoría sobre el estilo. No debo mezclar amigos como Ismael González Castañer y Antonio José Ponte, o los que se pudieron ir y los que no, o los que "sí porque no", o los que "no porque sí". Ahora cuando voy al cine, no sé si darme una empachada de fresa en la "última cena", o pedir un helado de chocolate "…en el país de las maravillas".
Este atasco de intelecto debe ser porque vivo en San Germán. Desde aquí no se atina a elegir entre el Chivas Regal y el Johnny Walter, en este pueblo no enseñan cuál línea es mejor, si Iberia o Air France, supongo que tampoco nos haga mucha falta.
Ahora debo ponerlo todo en su lugar, ya no diré más aguamanil, almendra o borceguíes. Me han nombrado mercenario y no tengo derecho a los caldos más jugosos del idioma. Ya no digo patria ni a degüello. Me han ofrecido un disfraz y una mordaza, me han ofrecido perdón si yo lo pido. Yo no capté el mensaje, pero algo no anda bien dentro de mi, y comienzo por citarme: "…me van a arrancar la lengua putrefacta / para evitarse una canción".
Luis Felipe Rojas
Para Luis, Gorki y los amigos que aún sobreviven en la Isla este texto (no tiene, Luis, la calidad de tus poemas) que escribí un día que a través de amigos me enteré de la golpiza que le habían propinado a Luis Felipe.
Las ventanas revientan con la pedrada
el puño golpea la boca, la palabra queda interrumpida
pero no acallada
el odio es el hábito que envuelve al monje
el golpe es la desesperación
la ventana reventada es una puerta
el mar desbocado no llega hasta tu umbral
no dejes que el dolor ciegue la boca
no dejes que el dolor haga sorda la mano
que lanza el poema contra el rostro del cielo
deja entrar las voces clamantes de todos los desiertos
empolva tus sandalias con los lamentos de los enclaustrados
recorre el terror del grito que se vio solo
no repares la ventana
graba en sus destrozadas jambas el poema del ciego que llora la mordida de advertencia del perro lazarillo
graba con fuego tu nombre en el dintel de la puerta que ahora aporrean
los sordos
que no escuchan tu voz que responde la ausencia
no les dejes ver tu rostro
borra tus pisadas
no repares la ventana
1 comentario:
Edgar Allan Poe:
Muy bueno tu texto de presentación, así como tu poema. Y muy bueno el texto de Luis Felipe. Es una pena que a estas alturas todavía tengamos que escribir estas cosas. Qué bueno si la poesía tuviera otros motivos…
Gracias.
Un abrazo,
A
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